Todo comenzó en Angahuan, Michoacán, una zona de paso para turistas que se dirigen al Paricutín. Ahí, un padre y guía de turistas comenzó a llevar a los visitantes a comer a su casa, por falta de restaurantes en la zona, se volvió una opción para ganar dinero extra. No era una estrategia bien planeada, fue un tanto improvisada, pero el padre salió avante gracias a su hija, Juana Bravo Lázaro (Angahuan, Michoacán, 1959), quien, sin práctica, se lanzó a cocinar de manera autodidacta.
Hoy ella es la ganadora del Premio Nacional de Artes y Literatura 2024 en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, que otorga el gobierno de México, un logro no menos importante dentro de la trayectoria de Juana Bravo Lázaro.
La mujer purépecha es miembro del Consejo Asesor de Original, el encuentro textil que organiza la Secretaría de Cultura; es artista textil, docente y cofundadora del colectivo de Artesanas de Angahuan, de la Asociación de Artesanas Tejedoras de Santiago Angahuan, que hoy reúne a más de 500 mujeres, e impulsó la marca colectiva Tejido Artesanal de Angahuan.
También es cocinera y su técnica la ha llevado a representar a México en Francia y Kenia, además fue parte del equipo que integró el expediente para declarar a la cocina tradicional mexicana como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en 2010. Más allá del impacto que ha tenido a nivel nacional e internacional, quizás el más importante está en su comunidad, pues alentó a que las mujeres de Angahuan salieran a trabajar sin necesidad de pedir permiso al hombre de la casa.
Lee también ¡Bambi! Rescatan a 21 venados gamos en La Piedad, Michoacán; fueron valorados y resguardados en Guanajuato

¿Cómo se siente al recibir el Premio Nacional de las Artes?
Es un orgullo, nunca pensé que iba recibir el premio, como somos purépechas, nunca me imaginé en esa parte, como casi no hablamos español, como que no lo creo.
¿Para usted qué representa asumir el rol de maestra y preservar las técnicas textiles enseñando a nuevas generaciones?
Es muy importante para la comunidad, no sólo para la familia. Como doy clases, la gente de la comunidad se ayuda económicamente. No soy dueña, estoy compartiendo con la gente y para mí es muy importante para que crezca el trabajo de las mujeres de la comunidad.
¿Aún hay interés de las nuevas generaciones para tejer con telar de cintura o usar tintes naturales?
Hay unas (estudiantes) que sí están interesadas y otras no, aprenden y se van, pero ya no participan como debe ser en el trabajo. Hay unas niñas que sí tienen interés y otras se aburren. Hay como 25 o 30, no todas van.
¿Qué habilidades se requieren para lograr un buen textil?
Hay que decirles que hagan buen trabajo para que se pueda vender a precio justo, así lo platico con las muchachas a las que les estoy enseñando: ‘Háganlo bonito, porque después te preguntan quién te enseño. Todo el pueblo ya me conoce y sabe que trabajo bonito, que es fino’. En el primer paso sí es mucho esfuerzo físico, pero cuando te acostumbras, ya no lo es tanto, ya el cuerpo sabe cómo moverse.
Lee también Cuándo será la presentación de la Guelaguetza en CDMX

Ahora se habla de no regatear y es una campaña que lleva tiempo, ¿ya ha tenido impacto?
Ya entienden que el trabajo para hacer un rebozo es muy pesado. Ya se está pagando a un precio más alto, como debe de ser. Yo les digo que no se pasen de la raya, porque tampoco es justo que se aprovechen de la gente.
¿En algún momento imaginó que cocinar la llevaría a viajar por el mundo y así lograr la declaratoria de patrimonio de la humanidad de la cocina mexicana?
Tenía 18 años, me obligaron a casarme y quedé muy pronto como viuda. Nunca dejé de trabajar ni la artesanía ni la comida. Vendía antojitos, a veces enchiladas, a veces pozole. Desde que me acuerdo he trabajado todo el tiempo.
Lee también Tultepec da apoyos económicos a artesanos
¿Cómo fue que la UNESCO se acercó a usted?
Primero me invitaron a Uruapan un 16 de septiembre para vender comida y luego también un Domingo de ramos, cuando vino Gloria López Morales, que trabajaba en la UNESCO. Ahí vieron cómo estaba mi puesto, cómo era el proceso de la cocina. Me empezaron a buscar, pero nadie me conocía, nadie sabía quién era Juana Bravo porque en el pueblo las mujeres no salen porque es mal visto. Buscaron y un día el delegado de Uruapan dijo que buscaban a una señora y se encontraron a mi hermano, quien dijo que a lo mejor era yo porque dijo ‘a veces oigo que sale’. Llegaron a mi casa, me dijeron que querían que fuera a México, pero no podía porque iba a ir a vender al evento “Tápame con tu rebozo” en el Zócalo.
Regresando, me dijeron que tenía que ir urgentemente a Uruapan a recoger un cheque para un viaje y empezaron a venir los periodistas y medios de comunicación. Yo no sabía de qué se trataba y como no hablaba español, menos. Ahí fue el trato y me dijeron que tenía que ir, que nadie me iba a regañar. Dije que no puedo salir hasta no pedir permiso a mi mamá o a mis hermanos, no quería tener un problema. Hasta que me convencieron y dije que sí, voy a ver qué tanto me exigen. Mi intención no era salir porque estaba en el año de luto de mi esposo.
Así fue, ahí empecé a viajar, por ahí del 95. En 2005 me fui a París.
Lee también ¿Cuándo y dónde será el Festival Internacional del Paste 2025?

¿Fue difícil lanzarse a hacer esto cuando no se acostumbraba en su comunidad?
Sí hubo críticas, decían que yo andaba en malos pasos y que por eso salía temprano y me tenía que bañar. Como no se acostumbra a salir, sí era mal visto. Yo salía temprano, regresaba en la noche, cómo no iban a pensar mal de mí. La gente que trabajaba en la cultura de Uruapan no me querían, me insultaban, me regañaban, me quitaban tortillas; ‘vas a donar, tienes que donar, porque va a comer la gente de Morelia. Te vamos a quitar tantos tacos’. Yo nunca contesté, nunca reclamé nada, decía ‘ni modo, Dios sabe cómo nos vamos a recuperar’.
¿Y ya se está perdiendo esa costumbre de no dejar que las mujeres salgan?
Ya, como que ya se entiende. Ya las mujeres trabajan, hay unas que son enfermeras, otras maestras y salen, tienen que trabajar.
Lee también ¡Teclado en zapoteco llega a Android!, un paso hacia la inclusión
¿Siente que usted contribuyó a esto?
Sí porque empecé a dar conferencias, a platicar; la gente de la comunidad me veía, y en la tele se empezó a decir que la mujer está trabajando, ahora ya se comprende todo.
¿Cuáles diría que son sus platillos estrella?
Aquí el de más tradición, que yo siempre he rescatado, que viene de generación en generación, son las corundas y el churipo, que es un caldo de res.
Lee también En Tultepec capacitan en primeros auxilios a pirotécnicos
Esto me recuerda a esto que decía el chef Anthony Bourdain, que los tacos son apenas la superficie de la comida mexicana. ¿Cómo describiría nuestra gastronomía?
No es tanto por los tacos, la cocina mexicana y la tradición es diferente. La cocina se hace con nixtamal, moles, papas de diferentes sabores, entonces no solamente es el taco. No, la cocina es mucho más alta de lo que se imagina. Si una persona quisiera calificarse aquí en mi propia cocina, vería cómo estoy trabajando en las mañanas en el molino, a moler en metate, hacer un caldo, una sopa, siempre se muele en metate. Se dan cuenta que cuando uno lo hace en la licuadora tiene mucho menos sabor que con el metate, la leña y la cacerola de barro. Eso es tradición y yo he llevado mi metate hasta Kenia, África. Llevé mi metate, comal y cuchara de palo a París, Francia. Es mucho más diferente a como se lo imagina la gente, es un poco difícil encontrar una cocina tradicional.
Hay mucho por hacer para que la gente sepa valorar después de uno, porque no somos eternos. Siempre uno se va, se muere y queda algo de mi parte en la comunidad. Ojalá que haya otra persona igual que yo, que le guste trabajar con la gente de la comunidad.