"El presidente Trump está dispuesto a ayudar, pero parece que las autoridades mexicanas prefieren mantenerse en su postura de soberanía, incluso cuando esa soberanía no los está protegiendo."
"México necesita ayuda, pero están tan obsesionados con la independencia que prefieren dejar que el problema crezca y se agrave en lugar de aceptar el apoyo que les ofrecen."
"México está atrapado en su orgullo nacionalista, mientras los cárteles se expanden sin control; rechazar la ayuda de Trump no solo es una falta de sentido común, es una condena al futuro de México.”
"México está perdiendo la batalla contra los cárteles, y la negativa a aceptar la ayuda de Estados Unidos es una muestra de que prefieren perder por orgullo que ganar con apoyo."
"¿Qué más tiene que pasar para que el gobierno mexicano se dé cuenta de que necesitan el apoyo de Estados Unidos? ¿Cuántos muertos más?"
Estas son solo algunas de las frases recientemente pronunciadas por William O´Reilly en el programa de televisión norteamericana “The O´Reilly Factor”. No quiero perder el tiempo debatiendo sobre las opiniones tendenciosas, arrogantes y simplistas de este comentarista, ya que es claro que su enfoque está teñido por una agenda ideológica.
Sin embargo, las críticas que presenta en su popular programa, aunque vacías de sustancia, tienen un trasfondo que merece una reflexión más profunda.
El mismo Donald Trump, en su característico estilo, declaró que Claudia Sheinbaum es "adorable", pero que les tiene miedo a los cárteles, ergo, no combate el crimen organizado con toda la fuerza del Estado.
Lo que es innegable ante muchos ojos es que la corrupción, el encubrimiento por parte de funcionarios públicos y la complicidad de autoridades con los criminales han sido factores determinantes en la expansión del crimen organizado en nuestro país.
A lo largo de los años, muchos… muchísimos han preferido hacer la vista gorda, recibir sobornos o colaborar directamente con los criminales, dejando a las fuerzas de seguridad y a la ciudadanía en una lucha desigual.
Por lo que es crucial reconocer que la incapacidad para frenar a los cárteles no solo se debe a la falta de recursos o a la estrategia equivocada, sino a un sistema en el que la complicidad gubernamental y la falta de voluntad política han obstaculizado cualquier intento real de cambio.
Lo que realmente necesita México es un compromiso que la justicia llegue hasta los niveles más altos del gobierno, pasados y presente.
Sin eso, las críticas -con o sin fundamento- de figuras como O'Reilly seguirán siendo un recordatorio de los profundos intereses ocultos permiten la permanencia de los cárteles.
México debe encontrar su camino, pero ese camino solo será efectivo si erradicamos los males internos que han permitido que los criminales prosperen.
La verdadera batalla está en casa. Y esa batalla no le corresponde pelearla a los Marines con sus fuerzas especiales. No necesitamos tropas extranjeras en nuestro territorio, sino una colaboración efectiva a nivel inteligencia. La batalla contra los cárteles no se va a ganar solamente con armas ni con intervenciones militares, sino con información precisa y una coordinación más eficaz entre agencias de inteligencia.
Necesitamos apoyo en ese ámbito: en el análisis de datos, la detección de redes financieras y la desarticulación de complicidades. La verdadera batalla se va a ganar con conocimiento, no con la presencia de más soldados.
Y que no les quede duda, hasta que este gobierno no empiece a romper hocicos sin distinción de colores partidistas y rangos gubernamentales, pocas cosas van a cambiar en el fondo.
POSTDATA – Con esta publicación cumplo cinco años ininterrumpidos de escribir mi columna semanalmente. El tiempo vuela y ya van 275 artículos publicados, recorriendo un camino de gran aprendizaje con un enorme gozo en el cual nunca se me ha dicho que quite o que agregue una sola palabra a mis escritos. Mi profunda gratitud para EL UNIVERSAL por mantener abiertas las puertas a la libertad de expresión.