La Ciudad de México tiene un sinfín de sonidos particulares: la música de los organilleros, las grabaciones de los vendedores y hasta el timbre del Metro. A todos estos objetos hay que sumar las voces de sus habitantes, que entre “fresas” y “bandita de barrio” integran la diversidad cultural capitalina.
Tanto en la vida diaria como en la industria del entretenimiento consta que cada quien tiene su forma de hablar, y que unas pocas palabras pueden revelar mucho de nuestro carácter y de la comunidad a la que pertenecemos.

Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo da un vistazo a la época en que surgió el “acento fresa” y su interacción con otros sectores de la población.
La “gente bien” habla “así tipooo…”
Más de una vez se ha dicho que las ciudades son una selva de asfalto, en donde la diversidad de las formas de vida alcanza su más amplio abanico. Los hábitats naturales se traducen en barrios y las manadas en grupos sociales que, por supuesto, tienen su propia forma de comunicarse.
De la misma manera en que sería extraño ver a un león aullar como lobo, hay palabras y “tonitos” que nadie en México puede creer si no encajan con el estilo de vida de la persona que los diga.
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“Así tipooo…”, “o seaaa” y “qué oso, güey” son sólo algunas de las expresiones, casi siempre con un “tonito” alargado al final, que los mexicanos relacionan de inmediato con toda una imagen de jóvenes privilegiados con tendencias como vestir ropa costosa o comer en lugares de moda y exclusivos.
La maestra en lingüística de la Universidad Autónoma de Querétaro, Gabriela Galindo Morales, explica en sus redes sociales que este “acento fresa” se debe a los jóvenes mexicanos que podían viajar a Estados Unidos y volvían con cambios en el habla.
Traer palabras en inglés era sólo la punta del iceberg, pues adaptaron al español el valley girl accent o acento de "chica del valle", un estereotipo estadounidense para referirse a las adolescentes materialistas.

Esto se nota cuando alargan las vocales (en lugar de decir "oh my god" dirán “oh my goood”), lo que suele ir de la mano con un distintivo dramatismo o énfasis.
“Otro rasgo es el up speak, es decir, esa entonación ascendente, como si siempre estuvieras preguntando algo. En inglés californiano es muy marcado, y aunque no es común en español, el acento fresa lo adopta para sonar más juvenil o incluso más despreocupado”, señala.
El origen de la expresión “niña fresa” es más difícil de rastrear. Algunas fuentes sugieren que se debe al color rojizo de los uniformes que usaron las edecanes en los Juegos Olímpicos de México 68, quienes además eran todas estudiantes de la Universidad Iberoamericana.
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Ya sea verdad o mito urbano, para finales de los años 70 el estereotipo de jóvenes fresa ya estaba afianzado en la televisión. El programa “El mundo de Luis de Alba” emitió sketches en que dicho comediante parodió al ya típico estudiante “hijo de papi” de escuela privada y que es despectivo con las clases media y baja.

Otro referente en la cultura popular es el libro de Guadalupe Loaeza, “Las niñas bien” (1987), donde narra la “difícil” vida de jóvenes adineradas del Pedregal.
Un detalle que vale la pena apreciar es el título, que pone en evidencia una expresión clave. Lo que el argot mexicano enuncia como “pipiris nais” (de “people is nice”), hasta la fecha se oye en círculos privilegiados, ya traducido como “gente bien”.

Aún hoy día, el país carga con estos juicios en que no pertenecer a esa élite -o no intentar al menos actuar como ellos- es, hasta cierto punto, mal visto.
Lo más curioso es que, como señala Claudia Holguín, lingüista de la Universidad de California, en Riverside, los estereotipos de jóvenes fresa dominan los medios de comunicación masiva mexicanos, a pesar de que tampoco es extraño reírse de ese estereotipo.
Ya sea con la expresión “hablar con la papa en la boca” para referirse al “acento fresa” o bien con el contenido de comediantes como Alejandro Vega “Hank”, es claro que una considerable fracción de la población mexicana no le da tregua a un estilo de vida que una y otra vez incide en el clasismo.

Sin embargo, al mismo tiempo es común ver que tiendas departamentales, marcas de ropa y series de televisión publicitan sus productos en el mercado nacional con individuos de tez blanca, con aspecto a la moda y casas o carros de lujo.
Una cosa es hablar y otra discriminar
En la CDMX se sabe que no se pueden evitar los conflictos -a pequeña o gran escala- por este choque entre estilos de vida de los mexicanos. Un ejemplo a menor escala ocurrió en el antro “Bárbaro Club House”, donde le negaron la entrada al artista Simón, de la banda Morat.
La razón inicial fue que no acató el código de vestimenta; sin embargo, regresó con un look más formal y, según la tiktoker que difundió el hecho, el cadenero le dijo a secas que no se veía “lo suficientemente fresa” para entrar.

En cambio, uno de los casos que más han hecho eco fue el de 2023, cuando se desató una polémica por discriminación en la cadena de restaurantes “Sonora Grill”.
El incidente partió de un tuit que señaló al personal de la sucursal Sonora Prime Masaryk por separar a los comensales según su aspecto o color de piel. La investigación oficial no comprobó ese caso, pero en redes sociales numerosos usuarios expusieron sus propias experiencias y muchos exempleados reforzaron las acusaciones.

Más allá de abordar la polémica, vale la pena observar la zona de la capital en que ocurrió, si se contrastan los hechos con la información disponible.
En su tesis de maestría de lengua española para la Universidad Ártica de Noruega, Omar García Pérez hizo un estudio en que la mayoría de los encuestados consideraban que Polanco, Santa Fe y Lomas de Chapultepec son zonas donde se habla el “mejor español”.
Por el contrario, las áreas donde opinaron que se habla un español “menos correcto” fueron Tepito, Nezahualcóyotl e Iztapalapa. En ambos casos, los encuestados fueron un número igual de hombres y mujeres, de todas las edades y diferente grado de estudios.

Cabe preguntarse si hay quienes piensan que el "acento fresa" es hablar "buen español", aunque un estudio de la doctora Claudia Holguín sugiere que, al menos en la frontera norte, se descarta tanto el hablar de los "fresas" como el habla "de barrio" en favor del "español neutro".
De vuelta al caso del restaurante de Masaryk, el reporte que preparó el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (COPRED) ofrece una explicación.
Los estudios sobre racismo acuñaron el término blanquitud para referirse a una forma de ser y de posicionarse socialmente que va más allá de la piel blanca: se trata del privilegio en torno a lo occidental, lo europeo y lo moderno.

Tal y como se lee, esto se pone en marcha en el momento en que las personas actúan con una lógica como “Si es una persona blanca, debe ser buena, debe tener dinero, debe ser importante, debe ser civilizada, debe ser inteligente”.
El presunto acto de discriminación en Sonora Prime Masaryk es una muestra de que todos participan en este sistema, a veces de forma consciente, pero casi siempre inconscientes. El hecho de que los empleados (es decir, asalariados y no la élite) ajustaran su servicio para la “gente bien” es un ejemplo de cómo sigue a flote la dinámica.

Lo naco y lo fresa, peleados pero siempre de la mano
Un dato clave de este fenómeno social es lo que dice el periodista Ricardo Raphael: ser "fresa" en México implica un constante proceso de diferenciarse del “resto”. Es ahí donde entra el concepto de “naco”.

Aunque inició como un insulto racista, esta palabra (todavía peyorativa) ahora funciona en un sentido clasista. De acuerdo con la lingüista Claudia Holguín Mendoza, mientras la élite social llama nacos a la clase media, ésta llama nacos a quienes tienen aún menos recursos.
En su artículo sobre la formación de la identidad fresa en la frontera norte de México, la doctora Holguín Mendoza menciona que uno de los casos en que alguien privilegiado suele llamar "naco" a alguien, es cuando juzga que dicha persona “no habla buen español”.
Diversos estudios concuerdan en que la población mexicana tiene predilección por el español “neutro” (es decir, sin acentos regionales), al mismo tiempo que en diferentes contextos se suele vulnerar a las personas que hablan con acento.

La explicación detrás de esto es compleja, pero en pocas palabras, todo apunta a que muchos mexicanos relacionan ciertos acentos con determinados estereotipos sociales, y esto define su actitud hacia la persona con quien hablan.
Es una situación que da mucho qué pensar si se toma en cuenta que la investigación llegó a la conclusión de que, al menos en ciudades como Juárez y El Paso, Texas, los estereotipos de fresa y naco ponen en marcha dinámicas sociales en que los grupos de jóvenes obtienen prestigio o denigran a quienes no pertenecen a su propio círculo.
La también profesora Claudia Holguín comparte que todo esto evoluciona al punto de polarizar la sociedad mexicana.

Por un lado están aquellos que concentran el poder adquisitivo y que tienen la oportunidad de viajar a Estados Unidos y “empaparse” de su cultura. No es sólo el hecho de que hablen “spanglish”, sino que replican conductas que le dan valor al consumismo y a la blanquitud (aunque por lo general, dice la experta, esto último nunca se reconoce).
El otro caso son los grupos que cuentan con menos recursos económicos, una movilidad social más limitada y raíces indígenas. Mientras el primer grupo suele integrarse a “trabajos de cuello blanco” desde varias generaciones atrás, el segundo vive “al día” o mejora su situación poco a poco.

Ahora bien, esto se percibe como una escala de grises, generalizar sería un error, sin mencionar que ni la etnicidad ni el dinero son un criterio definitivo. Se dice que “saber es poder” y la lingüista señala que los conocimientos pueden ser una forma de capital -es decir, comprender ciertas palabras, expresiones o lenguaje se vuelve una ventaja para unos cuantos.
Del mismo modo, agrega que el rechazo entre grupos se da en ambas direcciones. Así como un fresa puede ser despectivo con alguien que dice “haiga”, una persona de escasos recursos puede mirar con malos ojos la actitud de un “mirrey” por alejarse de la identidad mexicana.

Cuando menos se espera, la vida social ya es una jerarquía que se presta a favorecer a pocos y oprimir a muchos. Para quienes vieron la película "Chicas pesadas" (2005), no sonaría extraño decir que la realidad supera por mucho al salvaje "ecosistema" social de aquella preparatoria dominada por jóvenes superficiales.
La diferencia sería que en la CDMX hay quienes día a día se mantienen al margen de lo occidental, lo exclusivo y lo "fresa", por elección y no por circunstancia, en defensa de lo que es tan local y diverso como los propios capitalinos.
- Fuentes:
- Avreimy, Hugo. “Así fue como nacieron las primeras chicas fresas de México... en una escuela de la clase alta”, en Radio Fórmula, 6 de julio 2023.
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- Bürki, Yvette. (2014). “Prácticas discursivas y estereotipos: La figura del naco en la sociedad mexicana actual” en Nuevas narrativas mexicanas II (pp.399-427).
- Cerriteño, Daniela. “Por vestimenta, niegan entrada a antro de CDMX a Simón de Morat”, EL UNIVERSAL, 22 de mayo 2024.
- Chávez, Brenda. “¡Cero que ver! Por qué se les dice "fresas" a las personas con dinero”, en El Heraldo de Chihuahua, 14 de diciembre 2022.
- Del Moral Arellano, Gonzalo. (2017). “La identidad juvenil fresa de estudiantes universitarios de la Ibero-Ciudad de México y del ITESM-Campus Santa Fe” [Tesis de maestría en Comunicación]. Universidad Iberoamericana.
- Demarest, Michael y Stanley, Alessandra. “Living: How Toe-dully Max Is Their Valley”, en TIME, 27 de septiembre 1982.
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- Garrido Asperó, María José. “Edecanes en las Olimpiadas. La cara propagandística de los juegos.”, en BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 42, 2018.
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- Monroy, Erika. “Por ‘fresa’, no interesa el Vive Latino a Seis Pistos”, en EL UNIVERSAL, 23 de febrero 2016.
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- Ramírez, Ximena. “¿Papa en la boca? Te contamos el origen del acento fresa”, en Chilango, 31 de mayo 2021.
- Román Moncayo, Jessica Vianney y Sima Lozano Eyder Gabriel. “Actitudes y percepciones hacia el español de la Ciudad de México en algunos escenarios de la Universidad Autónoma de Baja California”, en Flexibilidad e Innovación en la Enseñanza-Aprendizaje de Lenguas. Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo, 2023.
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